Con sensación térmica de 36 grados a la sombra, puse mis dedos sobre el micrófono de la tablet, por lo que gran parte de la conversación no quedó grabada. Pero no se me olvida ese día, ese primer diálogo, por lo que -a manera de enmienda- voy a compartirles algunas reflexiones.
A principios de este año, convocamos a dos personas entrañables, muy queridas y admiradas, buscando conocer su mirada sobre nuestro proyecto de Investigación Acción Participación. Ese conversatorio se realizó en la casa y con la familia del profesor Leoni Sánchez, en Molinos, La Guajira. Giró en torno a una pregunta: ¿cómo habitar el mundo en colectivo, y sostener vínculos basados en la confianza, el respeto y el compromiso con la vida? En nuestro primer diálogo de saberes la lideresa Leonor Zalabata dijo, con su tono firme y pausado que enfoca a quien le escucha, las siguientes palabras que me ayudaron a aclarar el panorama de mis cuestiones existenciales:
“La practicidad de la vida se vive en los territorios y va más allá de una hipótesis. Es una realidad. Si abro un hueco en esta tierra, y siembro una semilla, y la cuido, y le pongo agua ella crece y da fruto. Eso es una realidad probada. Nosotros no vivimos de la hipótesis, sin embargo nuestros conocimientos no son tenidos en cuenta por el sistema mayoritario. Para nosotros los arhuacos, el poder está en el saber práctico y no en el tener. Esto es un principio que rige la cultura, que cuando se pierde -cuando caemos en el “cuánto tienes cuánto vales”- entramos a ser enemigos nosotros mismos, de nuestro sistema organizativo propio. Se generan rivalidades, desconfianza, mentiras y mucho dolor. En la medida que caminemos hacia el reconocimiento del valor de los saberes prácticos y lleguemos a un diálogo, volveremos al origen y nuestro equilibrio, individual, colectivo, planetario, se irá restableciendo.”
Por otra parte, sentipensando desde el corazón del mundo, sociólogo y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Normando Suárez, mencionó:
“Mi planteamiento es que tenemos que encontrar convergencias en las formas de ver la realidad. De tal forma que, no es que la física que Teyrun [Torres] trabajó allá en la Nacional en el pregrado y en el postgrado, tenga más rango que el conocimiento que tienen los arhuacos y arhuacos sobre el universo, el cosmos, la tierra. (…) Entonces ese es el punto, con todas las consecuencias que esto tiene. Orlando Fals Borda, afirmó “los campesinos, las campesinas, los indígenas tienen que estar dictando clases en las universidades porque ellos tienen más formas de conocer la realidad que estos doctores y postdoctorales (…).
Mientras él hablaba mi cerebro conectaba las reflexiones sobre lecturas que hicimos en su seminario “Orlando Fals Borda -teoría y praxis-“. Escucharlo hablar enciende en mi la esperanza. Me anima a no bajar los brazos y a seguir tratando de vivir como pienso, como siento. A ese punto, recuerden inmersa en el calor tropical de pasado el medio día, luego de dos horas de camino, y con mi crio dando vueltas (a mí la cabeza y la panza también me daban vueltas…), yo sostenía, ya con dificultad la tablet con la que grababa la conversa. Veía a Tey sentado junto a tan grandes maestros, y sentía pensando -y pensaba sintiendo- en tooooooooodo lo que tuvo que pasar para que algún día un arhuaco nacido en Seynimin terminara su carrera. En Bogotá, al igual que muchos estudiantes que parten de sus lugares de origen, él se expuso: dislocó un destino manifiesto para seguir los anhelos de su ser.
Sentía y pensaba que, si realmente conociéramos un poco más sobre nuestro origen, tanto en lo cosmológico como en lo cultural, por una parte, y si las condiciones socioeconómicas fueran más justas y equitativas, no sería tan poco frecuente que un indígena dictara clases de física a alumnos de maestría. Sentía y pensaba en todo lo que he aprendido intentando observar con el corazón del mundo. Pensando y sintiendo me vi en la universidad de la vida, siendo mamá, hija, compañera, hermana, amiga: me vi. Me vi viviendo en otros países, me vi yéndome y regresando a Colombia, me vi desconcertada tratando de comprender por qué parte de la población ha normalizado el racismo y el clasismo, conviviendo con las mafias, reproduciendo violencias e ignorando la gravedad que representa el consumo desmedido, la sobreexplotación de nuestros territorios como la Sierra Nevada de Santa Marta.
Y es por eso que la pervivencia de la cultura ancestral arhuaca es un tema que me habita, así como la inconformidad ante las brechas sociales y deudas históricas que existen hacia “los nadie”. Las mujeres, las y los inmigrantes, los pueblos originarios, los niños y las niñas, las personas diversas, quienes viven la inequidad del sistema sociopolítico y económico, los que nos salimos del modelo hegemónico del “deber ser”, “los nadies que cuestan menos que la bala que los mata”. Realmente creo que observar con un corazón que guarda la sabiduría del pueblo arhuaco, del “corazón del mundo”, como llaman sus habitantes a la Sierra Nevada de Santa Marta, es diferente. Con esa mirada “los nadies” sería un poema de Eduardo Galeano, y no una realidad cotidiana. Cambia la mirada, cambia el pensamiento, la palabra y la acción, y doy fe de ello. De verdad, siento, pienso y creo que mirar hacia el cielo, que volver los ojos hacia el origen, con esa mirada, puede enseñarnos y ayudarnos a encontrar respuestas ante las crisis mundiales que estamos viviendo, y que están por venir. Como dicen por acá “hay que pensar bonito”.
¿Cómo es eso de observar con el corazón del mundo? ¿Cuáles son esos saberes cosmológicos a observar? Vamos a ir sentipensándolo por el camino. Aquí les estaremos contando.
0 Comments